El capital, por medio de sus representantes en el poder, bien a escala europea (BCE, Comisión Europea, Consejo Europeo), bien a escala mundial (FMI, OMC y BM), bien a escala local-estatal (nuestro parlamento), han impulsado la mayor ofensiva contra el trabajo desde la II Guerra mundial: por medio del saqueo a la riqueza pública, la creada por los trabajadores y trabajadoras, y entregada a las élites, a las oligarquías, por medio de la expropiación de los derechos sociales y laborales a la inmensa mayoría de la población y especialmente a quienes dependen de un salario o de pensiones.