Un paro en la principal empresa eléctrica de Barcelona en 1919 dejó la ciudad sin luz y alentó una de las mayores movilizaciones obreras de su historia
A las cuatro de la tarde, Barcelona se quedó sin luz. Bajaron las persianas los almacenes El Siglo, en la Rambla, y buena parte de los cines y teatros. El Banco de España paralizó sus operaciones, los tranvías se frenaron en medio de la calle y los periódicos de aquel 21 de febrero de 1919 no llegaron a imprimirse. Los empleados de La Canadiense, la principal eléctrica de la ciudad, se fueron aquel día a la huelga sin saber que los apagones que provocaron con su protesta serían la chispa que encendió una de las mayores movilizaciones obreras de la historia de España.
Los acontecimientos se precipitaron de tal forma que, del despido de ocho oficinistas de la eléctrica Riegos y Fuerzas del Ebro -conocida como La Canadiense por ser filial de una firma norteamericana- se pasó, en apenas dos meses, a la aprobación de un decreto sin precedentes: el de la jornada laboral máxima de ocho horas, que se mantiene hasta el día de hoy. En medio, la capital catalana vivió su huelga más sonada, paros en todos los suministros, detenciones masivas, una declaración de estado de guerra y el inicio de la reacción paramilitar de la patronal.
"Hubo quienes pusieron en las puertas los jergones, las sillas, todo, porque tenían miedo de que nosotros, los revolucionarios, fuéramos a asaltar las casas, a robar y a saquear", recuerda en sus memorias Ángel Pestaña, director de 'Solidaridad Obrera' y líder de la CNT, sobre la huelga de la Canadiense. El clima de descontrol descrito por el sindicalista en Barcelona, y el temor a que prendiera en todo el país, fue lo que llevó al Gobierno del Conde de Romanones a sacar adelante el Decreto de la jornada de ocho horas.
Pau Rodríguez
Leer artículo original completo en:
eldiario.es
fotografía:
Vicens Tort Arnau