El secretario general de CGT habla sobre las dificultades del sindicalismo alternativo, la mala imagen dejada por las centrales mayoritarias y sobre la necesidad de recuperar los derechos y libertades perdidos la pasada legislatura.
Entrevista realizada por JAIRO VARGAS (@JairoExtre) en publico.es
MADRID.- Que son un sindicato diferente queda claro al ver los ceniceros sobre cada mesa de su sede. Un local pequeño donde libros, publicaciones y panfletos se amontonan en cada rincón junto al más básico material de oficina. Póliz está al llegar, avisan. Se refieren al secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), José Manuel Muñoz Póliz, un tipo simple y afable que, dice, se pasa la mayor parte del tiempo "hablando con trabajadores de empresas y con la gente del sindicato", un responsable sindical al que no le asusta soltar algún taco durante esta entrevista.
Dirige ─aunque sea oficialmente, porque en este sindicato se hace lo que dicta la asamblea─ una central sindical pequeña pero que va ha ido creciendo poco a poco hasta situarse en torno a los 100.000 afiliados. Estas siglas no aparecerán ligadas a escándalos de EREs falsos ni de tarjetas opacas ni de desvíos de fondos para la formación de parados. "No somos todos iguales", remarca. Ellos son anarcosindicalistas y quieren influir. De ahí su escisión de la CNT tras la Transición. Son un sindicato anarquista que se presenta a las elecciones sindicales.
Cómo explican a los trabajadores que son una organización anarcosindicalista?
Hablamos de acción directa y anarcosindicalismo. Es decir, que no damos el voto para que nos represente alguien sin que nos tengan en cuenta. Todo lo que se haga tiene que contar con nuestra opinión. Cuando hacemos asambleas, decidimos lo que queremos hacer. La asamblea es sagrada. No delegamos en representantes, aunque en las elecciones sindicales se eligen delegados. Éstos tienen que actuar conforme a lo dictado en asamblea. Es algo que ahora empiezan a copiar algunos partidos nuevos, pero esta forma de decidir la venimos usando desde que nos escindimos de la CNT en los años 80.
La etiqueta “anarquista” suele generar miedo y rechazo ¿Es diferente el trato a un delegado de CGT en una empresa que a los de otros sindicatos?
Es complicado y diferente. Hemos tenido que ganar montones de sentencias por despidos de candidatos de la CGT. Los tribunales han dicho que son nulos porque están condicionando la libertad sindical. Ha sido muy duro. Hay situaciones complicadas para entrar en algunas empresas, pero hay peleas que son la leche. Por ejemplo, tener un delegado en Mercadona ha sido de lo más grande, porque no quieren que CGT esté ahí. A nuestro delegado le han ofrecido dinero para que se vaya, una indemnización que nada tiene que ver con lo que hay. Saben cómo somos y qué hacemos y muchas empresas prefieren tener antes a CCOO y UGT que a nosotros. Lo hemos pasado mal, con muchas cosas en contra desde que empezamos, desde que salimos de la CNT. Pero hoy podemos decir que estamos contentos con lo que hemos hecho.
Parados y jóvenes son dos grupos que se acercan poco a los sindicatos. ¿Qué cabida tienen en CGT?
Tenemos ahora varias asambleas de parados en Valencia, León, Cádiz… Aquí este sector tiene mucha acogida porque se lo ponemos fácil. En cuanto a los jóvenes, en realidad, tienen un problema con nosotros, porque ven más romántico irse a la CNT, pero al final todos terminan aquí. Cuando dejan de estudiar y empiezan a trabajar se tienen que organizar, y somos nosotros, no la CNT, los que nos presentamos a las elecciones sindicales.
Tienen 5.000 delegados en empresas del país. ¿Están satisfechos?
Bastante. Ver que los demás están perdiendo y que tú subes da alegría. Estaría bien que el pelotazo de la nueva política también se diera en el sindicalismo. Lo que pasa es que todo el mundo vota en elecciones sin tener que dar explicaciones a nadie, mientras que en la empresa tienes que dar cuenta a todo el mundo de a qué delegado votas y a quién no.
¿Mantienen relación o coordinación con CCOO y UGT?
Sí. Estuve invitado al último congreso de UGT, también he estado con Toxo (CCOO) en el congreso de CGT de Portugal. Durante las huelgas generales siempre hablamos y participamos en ellas. Hay conversaciones siempre.
CGT no ha participado de los fondos destinados a la formación para el empleo. ¿Por qué?
Lo decidimos en nuestro Congreso. Creemos que es una forma de comprarnos. Creemos que es mejor ser libres. También decidimos no cobrar por la administración de los ERES.
¿Qué opinan del modelo actual de formación para parados?
Nunca fue eficiente. Siempre ha sido una forma de compensar y de dar algo para cobrarlo después, tanto a los sindicatos como a la gente. En Delphi, en Cádiz, se han estado pagando sueldos por formación a gente que no la ha hecho. Creemos que sería más positivo que la formación fuera de las empresas, que formara a sus trabajadores para hacer lo que sea. Pero la órbita actual es que todo el mundo quiere coger su parte y se montan cosas que no sirven para nada.
¿En qué lugar han dejado al sindicalismo los escándalos e irregularidades de las grandes centrales?
En un muy mal lugar. Pero igual que hay muchos partidos, hay muchos sindicatos y la gente tiene que ver las diferencias. Hay un sindicalismo alternativo que no juega a ese juego y uno institucional que sí. Cuando decimos institucional queremos decir que es igual que el Ministerio. Si juegas, estás. No queremos saber nada de instituciones, de ministerios, de subvenciones… Queremos vivir con la cuota de nuestros afiliados. Para afrontar peleas nos organizamos así, con cajas de solidaridad, etc. Tenemos que ser autónomos e independientes. Si estás ligado a lo que te dé el Estado no tendrás libertad para decidir. Eso se ha trasmitido un poco a la política y ahora falta que llegue al sindicalismo.
¿Ve diferencias entre CCOO y UGT?
Ninguna. La única mínima es que intentan competir entre ellos para demostrar que uno ha ganado las elecciones sindicales. Pero, al final, en las empresas siempre se ponen de acuerdo en los grandes pactos.
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